«“Una vez hecha la fotografía se borran los pezones, se aumenta el tamaño del pecho, se redondea y se deja totalmente simétrico»
Carla Sánchez Muñoz
Laura tiene 23 años y hace dos se sometió a una operación de cirugía estética para modificar su pecho. Sufría complejo de pezón hipertrófico y tras pasar consulta con varios psicólogos de la Seguridad Social finalmente decidió operarse en una clínica privada para agilizar el proceso. Antes de la cirugía Laura evitaba cambiarse en los vestuarios del gimnasio o quitarse el sujetador delante de su pareja ya que le daba vergüenza lo que otros pudieran pensar cuando vieran que tenía los pezones “demasiado grandes”.
Pero Laura no es la única que padece este complejo, según un informe del equipo de cirujanos ingleses Plastic Surgery Group la cirugía de reducción de pezones fue una de las “intervenciones estrella” del 2017. A través de unas encuestas, los cirujanos hicieron una selección de fotografías de pechos y pidieron a los participantes que dieran su opinión. Así, en las fotografías donde el pezón ocupaba de un 25 a un 30 por ciento del seno, el tamaño era calificado como “correcto”, pero cuando ocupaba más del 50 por ciento de la mama, el 92% de los participantes lo calificaron como “demasiado grande”.
Movimientos feministas valencianos reflexionan sobre este nuevo “ideal de belleza” planteado desde hace apenas tres años y aseguran que la censura de los pezones femeninos por parte de las instituciones y la red ha condicionado sutilmente los límites de la sensualidad. “El hecho de que tengamos que esconder algo tan natural y sensual como son los pezones femeninos está íntimamente relacionado con las operaciones para reducirlos”, aseguran. De alguna manera, las tendencias estéticas que apuntan a mejorar la forma del pezón y a reducirlo le quitan el efecto erótico frente la mirada del otro, como si dicha intervención redujera la atracción hacia los pechos. En este aspecto la Industria de la Moda ha sido catalogada como una de las principales potenciadoras de esta censura.
En 2016 la famosa marca de lencería Women’s Secret protagonizó una campaña de ropa interior en la que se censuraron los pezones de las modelos borrándolos de las fotografías y dejando ver unos pechos lisos. Pero esta no fue la única vez que ocurrió algo parecido, la misma empresa ya llamó la atención cuando borró los pezones en la campaña que protagonizó Elsa Pataky en octubre del mismo año.

Tampoco es la única compañía del sector que lo hace, otras marcas como Etamo Victoria’s Secrettambién han borrado los pezones de sus modelos en diferentes campañas de lencería. Una especialista en retoque fotográfico que trabajó para esta última empresa ya explicó en la revista estadounidense Refinery 29 que la censura del pezón femenino es una práctica habitual en los catálogos del sector. “Una vez hecha la fotografía se borran los pezones, se aumenta el tamaño del pecho, se redondea y se deja totalmente simétrico”.
Lo cierto es que vivimos en una sociedad establecida en torno al culto al cuerpo. Según la modelo valenciana Paula Torralba, existe todo un conglomerado de industrias que basan sus riquezas en aprovecharse de las inseguridades físicas de las personas. “Para eso han establecido unos cánones de belleza inalcanzables que someten, sobre todo a las mujeres, a un estado de esclavitud en el que su vida gira en torno al cuidado de su imagen”, asegura.
Desde el “90-60-90” hasta la censura de arrugas, estrías, canas o cualquier “imperfección” del cuerpo humano. Cosmética, complementos alimenticios o marcas de lencería son algunos de los sectores que actualmente se encuentran en alza por idealizar el cuerpo humano en sus campañas publicitarias. De entre todos ellos, la industria de la moda es una de las principales propulsoras de un estereotipo que promueve un tipo de “feminidad tóxica”.
Para los profesionales de la cirugía estética, esta es la principal causa de la mayoría de operaciones, y es que la mayoría de las modelos que podemos encontrar tanto en las principales pasarelas como en la publicidad de las diferentes marcas responden a una imagen distorsionada del cuerpo medio de la mujer.
Juan Manuel Delgado, alumno de la escuela de diseño “Metrópolis” de Sevilla, revela que para él los cuerpos estereotipados no son mejores ni más perfectos, en su opinión es algo que va con los gustos. Cuando él crea sus diseños, busca una modelo con carácter, que sepa llevar su trabajo y muestre actitud en la pasarela. “Puedes tener unas medidas de “90-60-90” y una gran altura, pero si no tienes gracia llevando un vestido de flamenca no me interesas”, asegura.
Apunta que para los desfiles que realizan en su escuela, contratan a agencias de modelos de la ciudad y en ellas es habitual ver a mujeres con mayor y menor tamaño de pecho y más o menos talla.
Esto muestra como cada vez son más las marcas y creadores que apuestan por la difusión del “cuerpo real” de la mujer pero ¿hasta qué punto es esta una acción desinteresada o solo una estrategia más de marketing?
Al final con estas campañas los consumidores quedan satisfechos en el “reconocimiento” de la diversidad sin darse cuenta de que “la verdadera diferencia reside en no tener que clasificar los cuerpos en compartimentos estanco”, que lo único que consiguen es el sometimiento de las personas que intentan encajar en ellos a toda costa.
Para el diseñador es necesario que todas las mujeres se vean reflejadas en la moda. “Las páginas webs tienen fotos de todas las perspectivas de la prenda, también se podrían incluir más fotos con tallas diferentes y así visualizar el diseño en diferentes cuerpos”, asegura.
EL USO DEL SUJETADOR
Laura empezó a dejar de usar sujetador después de la operación, una vez empezó a sentirse segura con sus pechos y consigo misma. Dejó de seleccionar las prendas de ropa en función de la parte del cuerpo que mostraba al descubierto y comenzó a usar looks como el bralessy vestidos de prominentes escotes. Esta también ha sido la elección de muchas celebrities, que han usado este tipo de outfitspara pasar por la alfombra roja y otros importantes eventos en los que no han dejado indiferente a nadie.
Curiosamente esta tendencia tiene su origen en los años setenta y fue un símbolo del movimiento feminista para protestar contra la opresión del cuerpo de la mujer como una reivindicación de libertad.
Hoy en día, la industria de la moda ha dado el visto bueno a no llevar sujetador con este tipo de looks, ya que en este caso la insinuación de los pechos “hace que la feminidad y sensualidad se disparen”, mientras que sigue discriminando a las que eligen prescindir de él a diario. De esta manera, la industria nos dice cómo y cuándo llevarlo para que sea “sexy” y aceptado socialmente, pero todo esto está cambiando. Poco a poco prescindir del sujetador se ha convertido en algo tan común como llevarlo puesto.
La sexóloga malagueña Amaranta Lara Iglesias se ha pronunciado para desmentir los mitos sobre los efectos negativos de no llevar sujetador. “El sujetador no es necesario, incluso hay estudios que demuestran que puede causar problemas musculares a personas que sufran contracciones en la espalda”.
Además, advierte de que el uso del sujetador que fomenta la industria de la moda hace que las mujeres tengan complejos e inseguridades con su cuerpo. “Te venden cuerpos de mujeres muy delgadas con pechos muy grandes y eso no es lo habitual, por eso muchas se operan, porque la publicidad nos ha acostumbrado a ver una imagen del pecho desproporcionada al tamaño del cuerpo”.
Según la sexóloga debería existir una asignatura obligatoria de educación sexual dónde se mostrara que hay distintos tipos de pechos y distintas formas de pezones. “Así, las mujeres entenderíamos el hecho de no llevar sujetador como una opción tan válida como la de llevarlo, nos sentiríamos mejor con nosotras mismas y con nuestro cuerpo y nos liberaríamos de la opresión estética a la que nos somete el sujetador”, explicaba.
De esta manera la experta aclaraba que el uso del sujetador debe de ser una opción no una imposición y que la obsesión que tienen las mujeres por tener, o al menos aparentar tener, unos pechos “grandes y firmes” en los que no se noten los pezones, son en parte culpa de una convicción social generalizada.

En unas encuestas realizadas por este medio para saber la opinión de las jóvenes de entre 15 y 25 años sobre el uso del sujetador, el
65% de las chicas admiten que comenzaron a usarlo porque se les empezaron a notar los senos y les daba “vergüenza”, y un 15% aseguran que lo usaban porque sus amigas lo hacían, aunque ellas aún no hubieran desarrollado el pecho.
Además a la pregunta de si el sujetador les parece una prenda cómoda el 55% contestaron que no, a pesar de que el 83% aseguró usarlo todos los días frente a un 9% que declararon prescindir de el con regularidad.
En relación con la talla del sostén, el informe revela que un 52% de las jóvenes no conoce con exactitud las medidas de su pecho y que tienen sujetadores de diferente tallaje. Además, un 30% de ellas no sabe diferenciar entre “contorno” y “copa”.
Según los expertos de Clínicas Dorsia “Un buen sujetador, además de estar realizado en un tejido confortable, debe abrazar la mayor parte del pecho y tener unos tirantes de aproximadamente dos centímetros de ancho para evitar al máximo la aparición de marcas en la piel”. Y aseguran que las “firmas de lencería sacan al mercado diseños que no son recomendables para usar todo el día, sino en momentos especiales”.
De esta manera muchas mujeres compran sujetadores que les causan heridas en la piel o simplemente les resultan incómodos por lo que muchas mujeres no compran la ropa interior pensando en su comodidad. Según las encuestas un 16% de las chicas miran más por la estética de la prenda y un 20% aseguran fijarse en la comodidad del sostén para llevarlo a diario mientras que priman la forma y el encaje en el caso de que quieran que sus parejas las vean.
Así, el estudio revela parte de las contradicciones a las que se enfrentan las mujeres en cuanto al uso de esta prenda ya que la mayoría la utiliza a diario a pesar de no parecerles cómodo y muchas de ellas ni siquiera saben bien cuál es su utilidad y que talla deben comprarse. La industria de la moda condiciona de tal forma nuestra manera de vestir que crea necesidades donde realmente no las hay generando complejo a chicas que como Laura, se ven obligadas a modificar parte de su cuerpo para sentirse aceptadas por la sociedad y como consecuencia por sí mismas.
